miércoles, 28 de octubre de 2009

Lo que somos... o lo que quisimos ser

¿Qué famoso portero metrosexual posa con la camiseta del Puerto?

Por John Wyatt

Desde niño he escuchado los mismos mitos. Que si el Puerto no subió a Primera fue por la falta de dinero, que se dejaron perder contra la Real Sociedad, que hay un tipo que ha visto más de «8.000» partidos (de ahí su apodo) y que Di Stefano, tocado por una lesión, acudió a Puertollano en una eliminatoria de la Copa del Generalísimo en la que no pensaba jugar contra el Calvo Sotelo, entonces en Segunda, y en cuanto vió la alfombra de césped del viejo Cerrú, se calzó las botas y se chupó el partido enterito.

La leyenda dice que aquel choque lo dominó el Calvo de cabo a rabo, que le dió un baile al Madrid de las Cinco orejonas seguidas, y que los blancos sólo pudieron ganar gracias a un golazo desde el centro del campo de Gento.

Durante años he intentado saber qué parte de estos mitos son ciertos y qué parte son invenciones. El partido del Real Madrid existió, jugó Di Stéfano y ganó 0-1. He preguntado durante años por aquel encuentro, he mirado en internet y apenas he encontrado información.

La sorpresa fue que, hace poco, me enteré de que mi padre, un adolescente entonces, estuvo en la grada, así que la fuente no puede ser más directa. Y confirma. El mito puede estar inflado, pero es verdadero.

Otro mito asegura que el Calvo Sotelo (o el Puerto, como se le llama desde hace unos años) en la temporada 1966-67, estuvo a punto de jugar en Primera. Y que se vendió en el descanso a la Real Sociedad de Andoni Elizondo, con quien peleaba por un hueco en la promoción de ascenso.

La leyenda dice que, después de ir ganando 2-0 al descanso, los jugadores del Calvo recibieron un maletín (estoy viendo el maletín durado de Pulp Fiction) con dos millones de pesetas de la época.

La realidad es que el 23 de abril de 1967 el empate le era suficiente a la Real pero las cosas no comenzaron bien para ellos. Un gol de Argacha en el minuto 40. Es decir, no se fueron al descanso ganando 2-0 sino 1-0. Lo del maletín ya huele a bulo. El 2-0 llegó en el minuto 50.

Los realistas no se desmoronaron y dos goles, el primero de Boronat en el minuto 58 y el segundo del debutante Arambarri en el minuto 81, dejaron el marcador en tablas y a la Real en Primera (La foto en blanco y negro muestra a sus aficionados en el campo del Calvo celebrando la victoria). Es decir, que el mito es más falso que Judas.

Las leyendas no sólo se refieren a fechas, sino a personajes. Hay un tipo en Puertollano que, ya en los 80, aseguraba hacer visto 8.000 partidos del Calvo, en casa y fuera. Desde la fundación del Club en 1946 no se si habrá llegado a jugar tantos, pero si los ha jugado, el tipo, un anciano, asegura que estuvo allí, que lo vió todo. Hoy, décadas después de haber oído hablar del 8.000 (así se le conoce) sigo sin hacerle visto nunca y más me parece un holograma que una persona real.

Pero mi leyenda favorita, aquella que me llevaría a una isla desierta, es la de Zúñiga, uno de los grandes peloteros salidos del Calvo junto a Cañizares, Ribera y Biosca. Manuel Zúñiga salió de Puertollano a los 19 años camino del Español de Barcelona (cuando aún se escribía con Ñ).

Interior derecho de mucha potencia, llegó a jugar en la selección española y, con los años, se convirtió en capitán de los periquitos. Suyo es el último fallo en la fatídica tanda de penaltis contra el Leverkusen en la que acaban perdiendo una UEFA que ya tenían en el bolsillo. Pues bien, hay un fulano en mi pueblo que, desde que era un niño, coleccionó todo lo relacionado con Zúñiga: reportajes, fotos, objetos, camisetas, chascarrillos...

No sólo de su vida como jugador, sino que siguió sus pasos más allá. Me cuentan que está desolado porque hace seis años que no sabe nada de su ídolo. Ha contactado con el club, con sus familiares en Ciudad Real, pero parece habérselo tragado la tierra.

Si alguien sabe algo de Zúñiga, que mande un comentario a este blog y yo se la haré llegar a su fetichista seguidor.

Lo que más me gusta de los mitos futbolísticos es que en tardes como hoy, camino del estadio, vuelven a enunciarse uno por uno para crear ambiente, para refugiarse en la historia, para agarrarse a algo que una vez fuimos... o quisimos ser. Esta noche juega el Puerto contra el Villarreal, por fin un Primera.

Por cierto, el de la foto de arriba es Santiago Cañizares.

viernes, 9 de octubre de 2009

El fin de los Fergie Boys y los Fab Four (de Yoko a Vicky)

Por John Wyatt
Por una mujer se han iniciado guerras, se han perdido imperios, se han despreciado herencias, se dividió el mejor grupo de la historia de la música y puede que también uno de los equipos de fútbol más representativos de la las últimas décadas.
Todo el mundo odia a Yoko Ono.


No existen en el mundo de la música –y en el resto– unanimidades tan unánimes. La certeza de que fue ella y sólo ella la que desafinó en la perfecta armonía de los Beatles le ha costado el desprecio de los fans, que ni perdonan ni olvidan. Sus diferencias con Paul McCartney y sus maneras dictatoriales, casi como si fuera una componente más del grupo, aislaron a Lennon, ensimismado con la japonesa, mientras que Harrison se perdía en La India de la mano de su gurú budista y Ringo le daba duro a la bebida.


Después de su última actuación en vivo en la azotea del edificio de Apple en el 3 de Savile Row, Londres, el 30 de enero de 1969, se separaron.


Algo parecido sucedió en el mundo del fútbol allá por el año 2003. David Beckham, hijo de un operario de una fábrica y de una peluquera, formaba parte de los Fergie Boys –como homenaje a su muñidor, el eterno Sir Alex Ferguson–, la generación de futbolistas más prometedora de la segunda mitad del siglo XX en las islas británicas.


Junto a Phil y Gary Neville, Nicky Butt, Paul Scholes y Ryan Giggs, Beckham fue la guinda de una escuadra –bautizada también como Gold Trafford– en la que los jóvenes ponían el atrevimiento y la velocidad en el juego, mientras que los veteranos Peter Schmeichel, Stam, Keane y, sobre todo, Cantona, ponían los poderosos cimientos del edificio a base de trabajo y compromiso. ¿Resultado? El dominio en Inglaterra de finales de los 90 y principios del siglo XXI y una Champions –la del migragro barcelonés frente al Bayern–.


Los Fergie Boys (en comparación con los célebres Busby Boys de los años 60) comenzaron a separarse el 25 de enero de 1998, en una fiesta nocturna en la que se conocieron David y Victoria Adams, la pija Spice que lo convirtió en fashion victim y que, a partir de su matrimonio, dirigió sus pasos profesionales.


Real Madrid, Los Ángeles, Milán... Siempre buscando abrir tiendas o irse de tiendas, o protagonizar realities, o posar para revistas de moda, o diseñar para la pasarela. El fútbol pasó a ser algo secundario. Como Yoko y los Beatles, ninguno de los amigos de David tragó nunca a Vicky. Algunos, como Scholes, le retiraron el saludo. Giggs puso su boda como ejemplo de lo que no debía ser su propia boda y no dejó entrar a un sólo periodista.


Y esto... ¿A qué viene? Viene a que el otro día me encontré con esta foto de los Fergie Boys jovencitos, enchidos de sueños, y me recordó a la instantánea de Don McCullin en la orilla del Támesis a los Fab Four con la misma pose y actitud. Ambos grupos preparados para comerse el mundo mientras que en el interior ya crece el vírus de la división en forma de mujer.

martes, 6 de octubre de 2009

'Ahora sólo aguanto diez minutos jugando'


Por Sole Leyva (texto y fotos)
Su presencia la semana pasada en Copenhague no sirvió de nada. Ni la del ex baloncestista Dickembe Mutombo, el benefactor de África. Ni la de Nadia Comaneci, cinco oros olímpicos, el primer diez conseguido por un(a) deportista en unos Juegos. Ni la de Barack Obama, el hombre más poderoso del mundo. El CIO hizo justicia social y la pelota cayó en el tejado de Río de Janeiro, la cenicienta de la 'competición', la capital de la favelas. Madrid, 'knock out' en el último 'round'.

David Robinson, el 'Almirante' (1965, Florida), ganador de dos anillos de la NBA (1999 y 2003) con los San Antonio Spurs atendió a FNF en un descanso de su labor de lobby con los comisionados CIO, en la que coincidió con Michelle Obama, la primera dama estadounidense, que bromeó con el jugador sobre su imponente altura (2,16). Vaya tópico. A dos días de la decisión de los 106 capos olímpicos, Robinson ya advertía: "Puede ganar cualquiera. Felicitaremos a la ciudad que sea elegida con talante olímpico".
A uno de los únicos de Chicago'16 a los que Michelle Obama se dirigió fue a tí...
Si (sonríe orgulloso). Fue impresionante verla. Tiene un gran porte. Es una mujer con mucha presencia. Me sentí un poco paralizado cuando me habló. Todo el lobby estaba como embrujado por ella.

¿Qué tal la labor de 'lobbysta'?
Si te digo la verdad, no conozco a ninguno de los 106 miembros CIO. No tienes tiempo de estar con ellos y hay mucha gente. Tienes cinco segundos o diez. Les ves, les dices hola y estás ahí para que se acerquen a ti si quieren. Es algo presencial. Algunos se acercan y te piden fotos. Es normal no poder estar mucho con ellos. Tienen que hablar con mucha gente.

¿Cómo viste a Gasol la pasada campaña?
Hizo una muy buena temporada con los Lakers y fue increíble su actuación en la final. Es un grandísimo jugador. Me contaron que iba a venir aquí a Copenhague y al final no pudo hacerlo. Es una pena.

¿Pudiste ver el pasado Europeo que ganó España?
No, pero seguí los resultados y las estadísiticas por Internet. Juegan de forma brillante. Fue una victoria fantástica.

¿Cuál es tu mejor recuerdo de tu época de la NBA?
Yo creo que cuando gané el segundo anillo. Era mi último partido. Cuando lo estábamos celebrando con mis hijos y mi mujer, tenía a uno de mis hijos en brazos y pensé 'No puedo pedir más'. También fue maravilloso jugar en el Dream Team. Jugar con Magic, Jordan, Bird... Fue una experiencia enorme. Aprendí muchísimo sobre mi mismo, sobre ellos, y lo que cuesta ser un grande. Eran los mejores jugadores de la historia.

¿Sigues jugando al basket?
Sí, con mis hijos, pero cada vez me cuesta más. Sólo juego un partido de padres en el colegio de vez en cuando, pero ahora sólo suelo aguantar diez minutos. Me duele todo el cuerpo, aunque trato de estar en forma. Hago natación, pero sólo jeugo al basket cuando mis hijos me lo piden.

¿Y a qué te dedicas últimamente?
Trato de ser un buen padre (tiene tres hijos de 12, 14 y 16 años). Ese es mi objetivo ahora mismo. Además, trato de ayudar en un colegio para gente sin recursos.