miércoles, 20 de mayo de 2009

Un comunista en el Brasil más legendario

Por Miguel Bujalance
El general Médici (en la imagen inferior) dirigía Brasil con mano dura en los denominados años de plomo de la dictadura militar. Eran días de paseillos y detenciones de ida y no de vuelta. La tentación perpetua de manipular la pasión pagana de una nación volcada con el fútbol se volvió de nuevo realidad. Siguiendo esta serie dedicada a las intromisiones de regimenes autocráticos en los campos de fútbol, el Brasil dorado vivió un hecho bochornocho. En 1969 la canarinha -que ya tenía dos títulos mundiales- preparaba su asalto al triplete en México con la seguridad que otorga el talento insultante.

El problema era simple: el presidente tenía un capricho. Quería que Darío, delantero del Atlético Mineiro, formara parte de la lista definitiva. Al otro lado de la polémica, el incombustible Joäo Saldanha, seleccionador y comunista. El fútbol y la historia son injustos en muchas ocasiones, cuando un hombre destinado a la gloria es desterrado al olvido por un golpe de mediocridad y envidia. Pero entre la lengua mordaz del seleccionador y las borlas y los tanques de un general es fácil saber quien gana.

La cólera de Médici fue incontenible cuando Saldanha declaró: "el presidente cuida de su ministerio, pero el hombre a cargo aquí soy yo". Horas después, el entrenador era cesado y sustituido por Zagallo. La fuerte personalidad de Saldanha no era flor de un día. Antes se había atrevido a enfrentarse con Pelé, al que acusó en un periódico de miope y de tener la cadera lesionada lo que hacía que su concurso mundialista estuviera en entredicho. Los líos que se han montado en España con Raúl provocarían la risa del bueno de Saldanha después de sus explosivas declaraciones. El ex seleccionador se defendería afirmando: "No soy un burro, ni tonto, ni tampoco optómetra". Lo dicho, un fenómeno.

Finalmente Darío fue al mundial a chupar banquillo. Bien es cierto que no era malo, al año siguiente conquistaría la primera edición del actual campeonato nacional de Brasil. La potencia física de Dario Dadá Maravilla y el ánimo presidencial llevaron al Atlético Mineiro a hacer historia por delante de clubes más distinguidos como el Flamengo, el Santos o el Botafogo. Sería elegido mejor jugador del torneo. Atrás quedaba un mundial en el que el fútbol de Rivelino, Tostäo, Jairzinho y el discutido Pelé se había cachondeado de las potencias europeas. Aquel entrenador se negó a aceptar una imposición cuando sabía que con ese equipo hasta un paquete como yo hubiera sido campeón del mundo. Un homenaje a este chulo genial.

Saldanha fue campeón, aunque viera la final por la tele.

viernes, 15 de mayo de 2009

Streltsov y Yashin: dos destinos opuestos

Por Miguel Bujalance
Un país gigantesco cuyos iconos eran cosmonautas tenía dos estrellas a ras del suelo. Un par de jugadores que concibieron la mejor década del fútbol ruso, pero que tuvieron destinos opuestos. Ambos consiguieron el oro olímpico en Melbourne y lideraban una de las selecciones favoritas para ganar el Mundial 1958.

Bajo los palos se erigía Lev Yashin, considerado el mejor portero del mundo (ganó el Balón de Oro en 1963) y símbolo del deporte soviético. En el ataque percutía el peculiar Eduard Anatolievich Streltsov, un vivalavida genial. La URSS caería ante Suecia en cuartos de final del campeonato con La araña negra defendiendo la portería. Meses antes, gracias al instinto goleador de Streltsov, había derrotado al equipo escandinavo por 6 a 0.

Streltsov era la figura del Torpedo de Moscú. Su imaginación con el balón le valió el apodo de Pelé ruso y tuvo el valor de rechazar ofertas de los poderosos clubes del régimen: tanto del CSKA (equipo del Ejército rojo) como del Dínamo (club guiado por la KGB). El propio Yashin intentó convencerle para que jugara en el Dínamo moscovita con él. Sin éxito. A Streltsov esas presiones le daban igual.

Su lealtad hacia el Torpedo se reconoció décadas después con una estatua junto a su estadio. Aquellos que ahora dicen que Adriano, Ufjalusi o Romario son unos fiesteros es que no conocieron a Strelsov. Alcohólico desde los 17 años, su estilo elegante se desenvolvía felinamente tanto en el área como en las alcobas.

Pocos días antes de la cita mundialista que iba a coronarle con 20 años, Streltsov era apartado de la selección. Una orden directa del Kremlin anulaba su título de Maestro soviético del deporte. No se podía permitir que aquel jugador tan irreverente se encamara con la hija del vicepresidente del Partido Comunista Soviético.

Otras versiones sugieren que su testosterona no llegó a tanto, que simplemente había criticado a esa chica en una fiesta. Daba igual, el Gobierno no iba a desaprovechar esa oportunidad para acabar con aquel jugador carismático de ideales demasiado individualistas. Finalmente, el delantero fue condenado por violación a siete años de cárcel en un campo de trabajo de Siberia.

Streltsov consiguió sobrevivir y regresó a Moscú con 28 años. Retomó su carrera, pero su físico no daba más de sí. Las secuelas del gulag eran evidentes. Murió de cáncer cuando acababa de cumplir 52 años, unos meses antes del colapso de la URSS.

En Rusia al taconazo se le llama streltsov. Ante eso, uno ya puede morirse tranquilo.

martes, 12 de mayo de 2009

La pierna incorrupta de Javi Clemente

Por Paco Calvo
Entonces Javi Clemente dijo: "¡Ah, coño, ¿que quieres verla?!". Levantó la pierna, se subió la pernera del chandal y me la dejó ver. La herida. Una especie de pústula verdusca, como violacea. La herida que le hizo, hace ahora 40 años, Marañón, del Sabadell. Una llaga que Clemente guardó muy dentro de sí, y que tal vez moduló su carácter. ¿Un trasunto de los agravios históricos en el pecho de Euskadi?

La cita fue, hace un año, en un balneario pontevedrés. Clemente ya no entrena al Murcia, pero entonces sí lo hacía. Cogió al equipo en Primera y casi lo baja de Segunda, pero ésa es otra historia. Quedamos en plena pretemporada, en Mondariz. Varias horas de viaje pensando: ¿y si me planta y me jode la entrevista? Pero llegamos al hotel y por allí apareció. "Grrñnn", pronunció a modo de saludo.

Tres gruñidos más y empezó a hablar como las personas. Y afloró el humor, incluso sin zuritos de por medio. Hablamos de reguetón, de gatitos, de Arzalluz, de tiki-taka y de tuku-tuku.

Y salió 1969, y el nombre de Marañón, y la Nova Creu Alta. 19 añitos tenía el prometedor Clemente -¿tocón, como dice la leyenda? "Qué va, es mentira, yo era de pegarme, fuerte". Una lesión que en principio iba para 15 días, y que terminó en tres años de operaciones, y retirada. "¿Rencor hacia Marañón? ¿Yo? Ninguno. La lesión no fue nada, la cuarta o quinta operación fue donde me destrozaron la pierna. ¡Ah, pero coño, ¿quieres verla?!".

Yo, que me desmayo cuando me pinchan, no quería. No quería. Pero cuando me doy cuenta la pantorrilla está allí, como un brazo de gitano ante mí. Y la herida, una especie de llaga como de 10 centímetros. Como necrosada. No exactamente cerrada. Creo que la vi bullir. "Cuando hace mal tiempo todavía me duele. Mira", señala él, "aquí se me astilló el hueso, y en esta parte se condensó en el tejido..." no sé qué líquido que me he esforzado en olvidar.

Terminamos al rato. Nos reímos bastante. Yo de y con él, y él también. Nos despedimos mientras bajan los futbolistas, pero al irnos le hago un gesto al fotógrafo. Javi, ¿te importa que nos hagamos una foto? "Pues claro que no, coño".

Un apretón de manos, y se va cojeando.

Miro al cielo, completamente nublado. Amenaza lluvia.

Clemente empieza a trotar. Ya no cojea.

Ahora corre. Clemente corre sobre su pierna, definitivamente incorrupta.

sábado, 2 de mayo de 2009

Argentinadas: el enigma Carrascosa

Por Miguel Bujalance
Habría levantado aquel 25 de julio la Copa del Mundo en lugar de Passarella en el Monumental de Buenos Aires. Podría haber ocupado el lateral izquierdo la tarde en la que Kempes dinamitó a Holanda o haber formado parte del sospechoso milagro ante Perú. Sin embargo, Jorge Omar Carrascosa, alias El Lobo, capitán de la albiceleste, renunció al equipo nacional desde la capitanía y con 27 años, la edad dorada de un futbolista.

Argentina vivía el apogeo de la dictadura militar. El Mundial de 1978 provoca todavía sentimientos ambivalentes. Por un lado, la emoción de una victoria largamente perseguida. Por otro, un sentimiento de vergüenza gangrenado por aquella pasión forofa que respaldó a una Junta que acumulaba crímenes como razón de Estado.

El día de la final las Madres de Mayo suplicaban a los periodistas holandeses que se hicieran eco de lo que sucedía en el país. Pero el júbilo popular acabó por silenciarlas y Videla entregó la Copa manchando la historia de un país y del fútbol.

Carrascosa era también el capitán de Huracán, equipo que unos años antes había bendecido al balompié argentino con un juego alegre y elegante con la batuta de Menotti. Un campeonato, dos segundos puestos y una semifinal de la Copa Libertadores marcan aquel lustro dorado que comenzó en 1973. Roganti, Chabay, Buglione, Basile, el propio Carrascosa, Brindisi, Russo, Babington, Houseman, Avallay y Larrosa viven seguros en la memoria ciclotímica de los hinchas.

Lo grande de Carrascosa, un hombre digno y respetado, es la leyenda que se ha formado por culpa de una decisión que él definió como "cuestión de estricta conciencia". Hay diferentes teorías al respecto.

Cuentan que quiso dejar paso a otros jugadores, aunque en principio existía un pacto secreto para que la selección la formarán exclusivamente jugadores de la liga argentina. Sin embargo, en la lista definitiva entraron Kempes y Wolf, ambos llegados desde España. Menotti tardó en encontrarle un sustituto.

Su militancia política no estaba definida, pero al contrario que otros jugadores de la selección, desaprobaba el golpe. Unos dicen que era peronista; otros, que pertenecía al Partido Comunista. En el vestuario le dijo a su entrenador: "De ninguna manera voy a ser instrumento de esta dictadura militar".

Muchos años después, Carrascosa declaró que tenía una gran ilusión en jugar ese Mundial tras la experiencia vivida en Alemania 74. "Pero empezaron a ocurrir algunas cosas que me hicieron replantearme todo. Incluso si el fútbol podía ser o no la gran prioridad. Además, acababa de nacer mi segunda hija".

Quizás se cansó de todo, puede que su decisión no tenga dobles lecturas. Nadie lo sabe. Lo cierto es que Carrascosa apostó por su sentir discreto y llegó a la sabia conclusión de que su vida sólo le pertenecía a él.

Un año después de la victoria mundialista, el capitán colgó las botas y se fue tranquilamente a casa. Sólo le faltó citar a Wittgenstein gritando a periodistas y curiosos: de lo que no se puede hablar, mejor es callar.